Yolanda Vaccaro: Peruanos víctimas del 11-M

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ESPECIAL. ESPAÑA BAJO ATAQUE

Las cicatrices del 11 de marzo 11-M
Cuatro peruanos murieron en los atentados terroristas del 2004 contra trenes de servicio público de Madrid. Cinco años después, el olvido colectivo caracteriza la conmemoración

Por: Yolanda Vaccaro Corresponsal

MADRID. “La fe cristiana es lo que nos ha mantenido en pie”. Eso es lo que señala Vilma Contreras Ortiz, hermana de Jackeline, una de los peruanos que fallecieron por los atentados perpetrados en Madrid el 11 de marzo del 2004.

Aquella mañana, en cuatro trenes de las cercanías de Madrid, explotaron trece bombas que destrozaron a centenares de familias. Cuatro de los fallecidos eran peruanos: Jackeline, Juan Antonio Sánchez Quispe (45), Neil Hebe Astocóndor Masgo (35) y Carlos Fernández Dávila (39). Los tres últimos perdieron la vida en el acto mientras que Jackeline perecería una semana después a causa de las heridas sufridas.

Desde los primeros días se supo que radicales islamistas estaban detrás del peor ataque terrorista sufrido en Europa, con 191 muertos y 2.867 heridos. Tras un intenso procesamiento, tres años y siete meses después de los atentados, 21 personas fueron condenadas por el ataque. Con la excepción de un español que facilitó los explosivos, todos los sentenciados son ciudadanos de países árabes movidos por el fanatismo terrorista islamista.

LA VIDA SIN JACKELINE
El 11 de marzo del 2004 Jackeline Contreras tenía 22 años. Había llegado a España siguiendo los pasos de su hermana mayor, Vilma. Ambas trabajaban en el servicio doméstico en una zona residencial de Madrid, en el mismo edificio, pero en departamentos diferentes. Compartían vivienda en una zona obrera a las afueras de Madrid. Solían levantarse a las 6 de la mañana e ir juntas a trabajar. En aquella fecha, Jackeline salió unos minutos más tarde que Vilma porque quería terminar de desayunar, y no le daba tiempo. Vilma viajaba en el tren anterior a uno de los que sufrió una de las explosiones, el que alcanzó a su hermana. Vio la deflagración. Más tarde sabría que órganos vitales de su hermana habían quedado fatalmente dañados.

Una semana después, Jackeline murió en el hospital Gregorio Marañón. Ahora descansa en un cementerio limeño al lado de los restos de su madre, fallecida hace nueve años.

En el departamento donde vivían las dos hermanas sigue residiendo Vilma. Está acompañada por María Elena, la hermana menor de la familia, quien llegó con una visa que le dieron por ser familiar de una víctima de los atentados. También vive con ellas Rudy, el hermano mayor, quien decidió instalarse en Madrid tiempo después. En estos días también está en España el padre de los hermanos, Antonio Contreras; el señor prefiere mantenerse alejado de la prensa. El dolor pesa demasiado pasen los años que pasen.

Con el dinero de la indemnización que concedió el Gobierno Español a los familiares de Jackeline como víctima del terrorismo —se pagaron unos 300.000 euros a los deudos de cada uno de los fallecidos— se pudo terminar de pagar el préstamo bancario que Vilma y Jackeline consiguieron para comprar el departamento en el que vivían. Obviamente, nada compensa la pérdida de nuestra compatriota.

Hace un tiempo Vilma, que estuvo en un tratamiento psiquiátrico prolongado, reconocía: “He aceptado dónde está mi hermana, pero no lo he superado. Creo que lo peor es que todo fue de un momento a otro. Es como estar escribiendo algo y que se corte a la mitad, se queda inconcluso. Mi madre murió tras una larga enfermedad. Fue algo que me marcó mucho, pero que era esperado, inevitable, no como lo de Jackie”.

En este tiempo Vilma se ha graduado como enfermera. Estudiaba mientras seguía trabajando en el servicio doméstico. Labora en una residencia para ancianos y sigue limpiando una casa. No descansa. Lo mismo le sucede a Rudy, que ha conseguido un buen empleo. María Elena, por el contrario, es víctima de la crisis económica. Hace un tiempo fue despedida, por reducción de personal, del locutorio en el que trabajaba. Ante la dificultad para conseguir empleo piensa en regresar al Perú.

La vida para los que quedan continúa con sus altos y sus bajos. Eso sí, tienen la posibilidad de construir el futuro que los radicales le quitaron a una persona tan alejada de sus fanáticas reivindicaciones como Jackeline Contreras. Esta joven peruana lo único que quería era tener un porvenir mejor. Aquella mañana del 11 de marzo simplemente trataba de llegar a su puesto de trabajo como empleada del hogar.

PÁLIDA CONMEMORACIÓN
La única actividad oficial prevista para conmemorar el quinto aniversario de la masacre es la emisión de un concierto por Radio Televisión Española a cargo de la Orquesta Sinfónica de esta entidad. Se difundirá la pieza “Arquitecturas del vacío”, compuesta para la ocasión. La emisión tendrá lugar el 11 de marzo a la misma hora en la que se produjo la primera explosión: 7:40 de la mañana. Según el compositor de la obra, esta expresa el choque entre dos mundos que no debe ir por la violencia sino por el hermanamiento y la paz.

Cinco años después, los madrileños parecen haber superado el dolor con asombroso aplomo. Parecen muy lejanos los días inmediatamente posteriores a los atentados, cuando las calles permanecían insólitamente vacías, la gente casi no hablaba, el dolor era evidente. Tres días después se celebraron elecciones generales y ganó la oposición liderada por José Luis Rodríguez Zapatero. Los españoles castigaron al entonces jefe del Gobierno, José María Aznar, porque pensaron que los había puesto en la diana del terrorismo islamista al apoyar la invasión de Iraq. Cuatro años después Rodríguez Zapatero fue reelegido; el efecto político del 11 de marzo del 2004 quedó diluido.

Lejos quedan las misas y manifestaciones multitudinarias contra el terrorismo.

Hoy los españoles parecen preferir no reabrir heridas y mirar para otro lado. Prueba de ello, por ejemplo, es que la escultura del Monumento a las Víctimas construido de cristal en la estación de Atocha, uno de los puntos que sufrieron los ataques, se encuentra “deteriorada, abandonada, pareciera que el tiempo se la desea llevar con los recuerdos”, tal como publicó esta semana el diario “El País”.

Pilar Manjón, presidenta de una de las asociaciones de víctimas de estos atentados —madre de un joven fallecido en el ataque—, es contundente: “Todo ha pasado muy rápido. Todos los que viajábamos en ese tren nos hemos bajado muy rápido”.

Los otros peruanos
La familia Contreras conmemorará con una misa particular un año más de la partida de Jackeline. Desde hace un par de años ninguna entidad oficial los cita para acto de conmemoración alguno. Ellos, como la mayoría de familiares de los 51 extranjeros que murieron por los atentados, no son miembros de las asociaciones de víctimas, algo politizadas.

Los deudos de los otros tres peruanos que murieron por los atentados ya no residirían en España.

La viuda de Juan Antonio Sánchez Quispe, Paula, junto a sus dos hijos, vive en Estados Unidos, según las últimas informaciones del consulado en Madrid.

Ivette Julca, viuda de Neil Astocóndor, dejó Madrid para residir en el Perú junto a los dos hijos de la pareja.

Carlos Fernández Dávila solo llevaba 24 días en España cuando los atentados segaron su vida. Su viuda, Nelly Rosario Carrera, sigue viviendo en el Perú.

Nueve peruanos resultaron heridos: Liz Zúñiga, César Marca, Elena Castillo, Lars Lázaro, Bitín Uema, Melina Villa, Andrés Purizaga y Benjamín León.

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